Siete hombres quemados por sodomitas
La sodomía en la Nueva España fue un delito que se perseguía de forma irregular y selectiva. En algunos casos pudo servir como excusa o forma de control social para los estratos más bajos de la sociedad, especialmente en los obrajes.
Siete hombres quemados por sodomitas
Diario de Sucesos Notables de Antonio de Robles (1665-1703)
El lunes 13 de noviembre de 1673, llevaron a siete hombres “mulatos, negros y mestizos” a la “albarrada de San Lázaro”, esto es, en el entonces extremo oriente de la ciudad de México, donde fueron quemados. Probablemente primero fueron muertos por asfixia, como era costumbre, pero Antonio de Robles, en su diario, no lo aclara. Estos hombres “estaban en el obraje de Juan de Ávila, en el pueblo de Miscuac (Mixcoac)”. ¿Su delito? El “pecado nefando”.
No contamos con más detalles sobre este caso. El historiador Zeb Tortorici, en su exhaustivo estudio sobre los registros archivísticos de los “pecados contra natura” en la Nueva España, no ha encontrado otros documentos al respecto más que lo que consigna Robles en su diario. Sin embargo, ésta no había sido la primera vez que dieron muerte a trabajadores del obraje de Mixcoac. Apenas dos años antes, en 1671, Robles consigna que dos mulatos y tres negros fueron también quemados en San Lázaro, “por sométicos”. Más adelante, en 1710, y contado por otra fuente, en un obraje de Coyoacán, un mulato llamado Juan de Dios y un hombre indígena, Joseph de Santiago, fueron denunciados por lo mismo.
“Pecado nefando”, “sométicos”, “sodomía”. Todos estos fueron términos formales (es decir, no populares) que criminalizaban actos sexuales específicos que involucran, sobre todo, la homosexualidad masculina, pero no solo ésta. La persecución de estos pecados era generalizada y dispersa. Es decir, contrario a la creencia común de que era el Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición, la que los castigaba, el grueso de los casos de los que se tenga registro fue denunciado, revisado y castigado por diferentes instancias y lugares. Sobre todo, porque el pecado nefando no era considerado, formalmente, una herejía –materia de la Inquisición-, pero esta institución la perseguía cuando eran los clérigos quienes incurrían en tales prácticas.
Esta falta de centralización y selección en los registros ha dificultado la comprensión de la manera en la que la homosexualidad masculina –y aún menos la femenina- era vivida en la Nueva España. ¿Cuántas otras formas de represión y castigo, incluyendo los asesinatos legales o extrajudiciales nunca fueron archivados? De manera formal, no siempre era aplicada la pena de muerte –latigazos y otras torturas, confinamiento o destierros también estaban entre los castigos- y, sobre todo, la mayoría de los casos no eran judicializados, pues estos debían reunir confesiones, testigos y hasta exámenes físicos que constataran los actos concretos. ¿Qué pasaba cuando la sospecha solo estaba inscrita en los afeminamientos u otras transgresiones al orden del género?
En todo caso, la muerte de los siete hombres de Mixcoac en 1673 ilustra varios aspectos. El primero y más evidente es que no se trataba de españoles o criollos. En los registros sobre la persecución del pecado nefando abundan de manera notoria los casos de negros, mulatos, mestizos e indios, tanto del centro de la Nueva España como de sus fronteras en el Septentrión o en el reino de Guatemala. No porque este delito no fuera perseguido para los blancos, pero en el que ciertamente vemos una mano mucho más dura y probablemente estigmatizante de las otras poblaciones, como ocurre con muchos otros crímenes en ése y en este entonces.
El segundo aspecto es el que se trató de trabajadores del obraje de Mixcoac, luego de un caso similar que sucedió dos años antes y en el mismo lugar. Si bien es posible que todos estos hombres pudieran efectivamente haber sido descubiertos realizando actos homosexuales –u otros considerados como sodomía-, luce extraña la recurrencia. Apenas unos tres lustros atrás, había ocurrido el posiblemente más grande escándalo relacionado con estos asuntos en la ciudad de México. Tras una muy larga investigación y muchos sospechosos señalados, 14 personas fueron llevadas a la hoguera de San Lázaro en 1658, entre ellas la célebre Cotita, identificada como un “mulato afeminado”. En su estudio sobre este evento, Serge Gruzinski señala que se desató una “ola de represión sin precedentes”. Es posible que en los dos casos de Mixcoac quedaran resonancias de una suerte de pánico moral que motivara la instrumentalización de acusaciones de sodomía contra personas vulnerables como forma de control.
Finalmente, y ligado con lo anterior, este caso también revela algo sobre la vida en los obrajes. En el Valle de México, esta suerte de fábricas preindustriales de telas y paños se ubicaban sobre todo al sur, cerca de los ríos de la Magdalena y Mixcoac. A lo largo de los tres siglos de vida virreinal, abundan los reportes sobre la dura vida en ellos: hacinamiento, esclavitud formal y, cuando no, trabajos forzados. Frecuentemente, los obrajeros "libres" eran obligados a dormir allí mismo, encerrados, para evitar que escaparan antes de desquitar los sueldos que se les habían adelantado por el administrador. Parte de los malos tratos los justificaban, en parte, porque muchos de los que trabajaban allí lo hacían como resultado de una condena judicial. Y, como se ha dicho, el rigor de la justicia suele discriminar a los estratos más bajos de la sociedad. Esto explica la abundante presencia no solo de esclavos e indios, sino de las “castas” (es decir, los mulatos y mestizos), mientras que a los españoles y criollos prácticamente nunca se les condenó a trabajar forzados como obrajeros.
La explotación era tanta que algunos obrajes entraban con frecuencia en crisis, especialmente el de Mixcoac. El mismo Robles dice que tras el asesinato de estos siete hombres, el obraje “se fue deteriorando hasta que por último se consumió”. Sabemos, sin embargo, que para la década de 1690 estaba nuevamente en funciones y una inspección ordenada por el virrey Conde de Galve señaló que había buen trato a los trabajadores. Habrá que ver.