Una comedia realmente muy mala

El teatro en la ciudad de México borbónica era una actividad pública fundamental y que involucraba, incluso, al virrey. No siempre fue fácil lograr una buena comedia para el gusto de todos y que, además, cumpliera con los reglamentos establecidos.

Francisco Antonio Vallejo, Retrato del virrey Antonio María de Bucareli, 1772. Museo Nacional de Historia

Pedro de Arrieta, et al. Plano de la Ciudad de México (detalle), 1737. Museo Nacional de Historia

Una comedia realmente muy mala
Diario de sucesos de México del alabardero José Gómez (1776-1798)

El 4 de noviembre de 1778, en el Coliseo de la Ciudad de México –un foro teatral que estaría en lo que hoy es la esquina de Motolinia y 16 de septiembre- se presentó una comedia “pero de lo más mala, tan mala” que el virrey Antonio María de Bucareli se enfadó como nunca lo había visto así don José Gómez, uno de sus alabarderos, es decir, uno de los miembros de su guardia de honor y que lo acompañaba a todas partes. “Muy disgustado”, insistió. Otra fuente dice que incluso se marchó antes de que terminara la función.

Debe haber sido terrible pues en su diario, Gómez suele mencionar, aunque siempre de forma muy escueta, sus impresiones sobre muchas de las comedias que miraba mes con mes. En la mayoría aplaudió las actuaciones o simplemente se limitó a registrar la dinámica cartelera, pero solo en muy pocas ocasiones se permitió mostrar su disgusto, tal vez validado esa vez por el virrey Bucareli. Hay que decir que, en la Ciudad de México borbónica, los virreyes estaban a cargo del buen desempeño del teatro como actividad pública y educativa. Pero no todos tuvieron el interés que Bucareli.

A pesar de incontables peripecias de la historia del teatro en México, la preocupación por una buena comedia era tal que, por ejemplo, el 25 de agosto de 1780 el propio Gómez fue enviado a la casa de la actriz Mariana Olivares que, nos cuenta el alabardero, ya estaba en retiro desde hacía mucho tiempo. Pero el virrey interino Martín de Mayorga la requería a ella para protagonizar Mujer, llora y vencerás del célebre Pedro Calderón de la Barca. La actriz estaba anunciada al público pero, por alguna razón que Gómez no nos cuenta, parecía que no la representaría sino hasta que el virrey envió a su guardia para escoltarla al Coliseo y, al final, “lo hizo muy bien”.

¿Pero qué comedia pudo haber resultado tan mala a los ojos de Bucareli? El propio Gómez nos dice que fue La sultana, escrita por un Juan de San Vicente. Gracias a las investigaciones del académico Germán Viveros, sabemos algunas cosas de este controvertido pero oscuro personaje. Se vio envuelto en más de un escándalo y, la verdad, no parece haber sido muy celebrado por su obra. Aunque no contamos con el texto de La sultana, el propio Viveros logró encontrar, editar y publicar los restos de dos otras comedias suyas que permiten conocer su estilo.

Ese día de noviembre en que se montó La sultana, corría el primer año –de cinco- en el que San Vicente sería miembro del Real Asiento y Dirección de Comedias del Coliseo. Los llamaban “asentistas” y eran una suerte de administradores o concesionarios del teatro. Su labor consistía en comisionar una buena recaudación para contribuir a los hospitales de la ciudad; un vínculo institucional que existía desde el siglo XVII. Sin embargo, apenas solo unas pocas semanas después de la función de La sultana, San Vicente fue despedido y embargado, acusado de corrupción. El dramaturgo, sin embargo, volvió a aparecer como asentista del Coliseo poco tiempo después para ser despedido nuevamente en una reforma solicitada por el virrey Conde de Gálvez en 1786 y redactada por el propio San Vicente. En las nuevas disposiciones se creó una nueva Sociedad de Accionistas para administrar el teatro y sustituir el Real Asiento. El investigador Felipe Reyes Palacios sospecha que parte de las razones del despido fueron que, más allá de la terrible La sultana, las obras de San Vicente seguían siendo comedias de santos, es decir, de índole religiosa. Y esto había sido prohibido desde 1765.

En todo caso y, en descargo de don Juan Manuel de San Vicente y sus pininos en la dramaturgia, tres años después de la mala reseña que recibió por La sultana, Gómez declaró como “día aciago” el martes 26 de junio de 1781. ¿La razón? Una actriz cuyo papel “fuera de ser muy digno, lo hizo de los mil demonios… de suerte que no sea ha visto otra cosa más mala en estas tablas”. La sultana fue desbancada.